Tenía 17 años. Estaba a punto de elegir carrera. Con un montón de sueños en la mochila me dirigí a la universidad y pedí que me imprimieran el listado de las empresas que ofrecían empleos a profesionistas.
Estaba indecisa, no sabía si estudiar economía o contaduría. Finalmente, el listado me dio la respuesta. Las empresas pedían mas contadores que economistas, así que tomé la decisión y elegí ser contadora.
¿Cuáles eran mis sueños en ese entonces? Sueños que estaban dirigidos completamente por LA TRAMPA. Tener una carrera que me de un buen trabajo para ganar dinero y ascender. Impensable que fuera yo “conformista” y no quisiera crecer porque si fuera así, sería yo una “mediocre”.
Después casarme, tener hijos, acumular dinero y viajar en mis tiempos libres.
Así de “entrampados” estaban mis sueños de aquel entonces.
No sabía que estaba totalmente atrapada en LA TRAMPA del sistema en el que vivía.
Hoy en día a mis 41 años me doy cuenta lo equivocada que estaba.
De entrada, no se hace dinero siendo contador. Te sirve para vivir y si te va bien.
Ahora suponiendo que alguien logra su sueño de acumular dinero. Supongamos que se llama Ricardo.
Ricardo va y se compra uno o dos coches de lujo, un departamento en la playa, otro departamento en el extranjero, el Iphone 8000, tiene a sus 4 hijos en las mejores escuelas privadas, y mantiene a su esposa. En fin, digamos que Ricardo “logró sus sueños” pero, ese sueño en el que se metió es un callejón sin salida, por que ahora tendrá que trabajar o arriesgar su capital (y por su puesto su tranquilidad) para poder “mantener” esos “sueños” que son mas caros que los mismos hijos.
¿No me creen? Soy contadora, les hago la cuenta: tiene que pagar prediales de todas sus casas que tiene, mantenimiento de los condominios, mantenimiento interno de las propiedades (como pintura, blancos muebles etc) le cobran además más cara el agua y la luz y el gas por vivir en una bonita colonia. Además, tiene que pagar el seguro de los autos, verificaciones, tenencias, los servicios de los autos y cambiarle las llantas cuando sea necesario, gasolina, etc. Los iphones 8000 los tiene que cambiar cada año, el suyo y los de su esposa e hijos, las colegiaturas de los colegios privados, y como es “muy adinerado” le piden además el respectivo donativo. Esta persona debe pagar además la membresía del club y las clases deportivas para que sus hijos no se queden “empantallados” todo el día y por su puesto el carísimo seguro de gastos médicos que para que cubra algo hay que pagar un carísimo deducible.
Esta persona AUN NO COME, NO SE VISTE, NO HA VIAJADO Y NO HA PAGADO UN SOLO RESTAURANTE.
Como en las noches o los fines de semana, Ricardo, acaba agotado de tanto estrés, usa su tiempo libre para ver una serie de Netflix o por su puesto espera los partidos de la NFL o de Soccer para anestesiar un poquito su cerebro y que ya deje de atormentarlo con tantos problemas y pensamientos.
Entonces Ricardo, que es un gran ejemplo de vida, que entendió que es bueno no ser empleado sino ser inversionista, que es del 1% de la población mundial, que no es un mediocre en la vida, envejecerá trabajando y morirá trabajando para pagar todas sus cuentas que “sus grandiosos sueños” le hicieron comprar. Ricardo me recuerda al clásico ratón de laboratorio que lo tienen corriendo todo el tiempo en círculos intentando alcanzar un queso que nunca obtendrá.
¿A qué hora Ricardo se preguntó para qué c#$%& vino al mundo?
A ninguna. Estaba muy ocupado trabajando para mantener COSAS.
Porque entre más cosas tiene, más cosas necesita.
Vivimos en un sistema que, para subsistir, necesita del trabajo, del consumo, y de la estabilidad (para que la energía se enfoque en el trabajo y no en otros “placeres corporales”).
Entonces nos vende la idea de que ser exitosos es hacer dinero y sostener un matrimonio (y si es mediocre y sin sexo mejor, así te escapas al trabajo). Nos compramos la idea y caemos en LA TRAMPA. Pensamos que trabajamos para cumplir nuestros sueños, pero en realidad pasan dos cosas: o no los cumplimos (99% de nosotros) o si lo “logramos” y le cumplimos los sueños al sistema.
Adela Z.
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