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Judaísmo, ¿aún influye en nuestra vida?

Estaba viendo una caricatura con mi hijo de ocho años y de repente me preguntó: Mamá, ¿Por qué siempre los malos son las serpientes?

Una pregunta inocente dio lugar a una gran reflexión: En la historia de Adán y Eva la mala era la Serpiente – contesté – y pues de ahí tenemos la cultura de ver a las serpientes como las villanas o las malas de los cuentos.

Probablemente antes de que se escribiera esta historia en el Génesis hubo historias que la antecedían,  éstas influyeron a los escritores del Génesis para elegir a la serpiente como villana de la historia.

Provengo de una familia judía y vivo en un mundo occidental donde la mayoría nace en el seno de familias católicas o cristianas. A pesar de ser minoría, cuando estudiaba psicología, historia o cualquier otra materia de humanidades siempre salía a colación el término “cultura judeocristiana” y no podía dejar de pensar que, siendo solamente 14 millones y medio de judíos en todo el mundo, en una población mundial de más de 7 mil millones de habitantes, todavía y después de tantos años el término “judeo” estaba presente en la palabra cultura judeocristiana.

Pues bien, al judaísmo se le podría considerar como la religión monoteísta antecesora del cristianismo y del Islam. A lo mejor por eso tantos amigos míos católicos y cristianos se interesan por conocer las leyes, tradiciones y costumbres de los judíos, aunque seamos tan pocos.

Me preguntan de la fiesta “de las casitas” de la “Pascua Judía”, y se asombran cuando les platico que “La Última Cena” en realidad fue el “Seder de Pesaj” es decir la cena que todavía en nuestros días se lleva a cabo por familias judías en la primavera para festejar la salida de los hebreos de Egipto (hebreos, por que el término “judío” llegó después, pues judío quiere decir “que viene de Judea” antiguo nombre de parte de la tierra de Israel). 

Se asombran cuando les platico los términos en hebreo y el significado de cada una de las costumbres que tenemos. En una ocasión invité a unos amigos católicos a la cena de “Pesaj” y estaban realmente atentos a cada una de las explicaciones de los significados de cada rezo y cada cosa que se comía o cada práctica que se llevaba, mucho más que mi familia judía que ya estaban casi dormidos y queriendo terminar el largo rezo y empezar a cenar.

Es así, el judaísmo esta impregnado en nuestro día a día, aunque seamos católicos, cristianos, musulmanes, agnósticos, y hasta ateos. Es más, he encontrado similitudes maravillosas con la filosofía budista.

Cosas buenas y hermosas como el hecho de descansar un día a la semana vienen del judaísmo, y aunque seamos ateos nos tomamos un día de descanso y las vacaciones de Pascua (excepto los contadores que normalmente estamos presentando declaraciones anuales). Está impregnado en cada uso y costumbre del mundo occidental.

También hay cosas no tan bellas: El famoso patriarcado del que tanto nos quejamos las feministas, y no me da nada de gusto decir esto, tiene su base en el judaísmo. Matrimonio, familia, la sexualidad, la amistad, es más hasta en los contratos, ¡Si, los contratos! Vienen del judaísmo, pues todo comenzó con el “contrato” que hizo Dios con Abraham para tener una gran descendencia, y de ahí  vienen los famosos contratos.

El antiguo Testamento, está inmerso hasta en las caricaturas de los niños.

¿Por qué es importante saberlo? 

Pues para poder comprender, nuestra manera de ver el mundo, de pensar y de actuar. Conociendo las raíces de la cultura judeocristiana, nos conocemos a nosotros mismos, y el conocimiento nos da el poder de conservar los pensamientos, acciones y costumbres que nos gustan y modificar las que no, podemos comprender a nuestros abuelos y padres, y saber porque decidieron o actuaron de alguna forma que tal vez no nos gustó y dejar de sentir ese rencor que muchas veces sentimos por alguna decisión que haya cambiado nuestra vida de niños y que no nos haya gustado.

En fin, dejemos a un lado las diferencias ideológicas y busquemos las similitudes que unen a cada una de las tradiciones y culturas antiguas que, en gran forma, dirigen nuestro destino y así finalmente veremos a la humanidad como lo que realmente somos: una Gran Hermandad.

Adela Zonana