Hace un año, el 8 de marzo de 2020 se celebró en la Ciudad de México, una de las marchas feministas más importantes de la historia. Miles de mujeres marchamos juntas desde el Monumento a la Revolución hasta el Zócalo capitalino. Esta increíble marcha se llevó a cabo antes de que las tan estrictas medidas que la pandemia por Covid-19 llegaran a nuestras vidas.
Esta gran marcha fue importante pues dio lugar a un gran debate y una gran reflexión entre las mujeres de todas las generaciones y sus familiares y amigos donde se incluían muchas veces la inconformidad del sexo opuesto a dichas manifestaciones.
Uno de los grandes debates que se dieron en ese entonces fue si era o no necesaria la violencia y la destrucción de monumentos de la capital. Muchas mujeres manifestaron su desacuerdo ante esta forma de manifestación a lo que otras respondimos que “Era la única forma de ser escuchadas ante tantos feminicidios” y que “Los monumentos son piedras y que la vida de tantas mujeres víctimas de la violencia valía mucho más”, que no era posible que levantaran la voz por un montón de piedras y por la vida de las mujeres no se hiciera absolutamente nada.
Fue cuando me di cuenta de que también existen muchas mujeres machistas, que, sin saberlo, llevan en su ideología, cultura, forma de hablar y de actuar, muy inmiscuido el famoso “Patriarcado”.
¿A qué me refiero?
Detalles pequeños en los cuales las mujeres nos sometemos voluntariamente a los roles preestablecidos, ya que sentimos que si no los cumplimos seríamos “menos femeninas” o hasta “marimachas o machorras” y esto nos causaría un dolor interno por no sentir que estamos BIEN IDENTIFICADAS con nuestro género.
Cito algunas frases dichas por mujeres que he conocido:
“Me siento femenina bailando, pero no practicando box, eso me hace sentir ruda”
“Si no tengo aretes ni estoy maquillada, me siento niño”
“Hay que llamarle a un hombre para que cambie la llanta de mi auto, no es de mujeres hacer trabajos rudos y pesados”
“Cuando era niña era fuerte, pero después de los 12 me quise sentir femenina y dejé de entrenar”
“Me comentó el chavo que te gusta, que no eres muy femenina, debes bajar tu tono de voz y ser mas delicada con tus movimientos”
“Cuando estés en una cita con un chavo, déjalo ganar para que te vuelva a invitar”
“Hazlo pensar que él manda”
“Conquista a un hombre por el estómago” “Aprende a cocinar para que cuando te cases puedas atender a tu marido”
“Diles a tus hermanas que te preparen la cena, tu eres un hombrecito y eso son cosas de mujeres”
“Esa mujer es una zorra, se besuquea con un desconocido en el antro”
“Uy, nuestra amiga no debería vestirse tan escotada, así nadie la tomará en serio”
“Si sales con un chavo más joven al que le lleves diez años, todos pensarán que eres una cualquiera” (Pero si un hombre sale con una chica diez años más joven “está bien”).
Entonces, como tenemos miedo a sentirnos “menos mujeres y menos femeninas” nos compramos la idea deque a una mujer no le puede gustar el futbol americano ni el soccer, mucho menos el box, o nos compramos que no podemos golpear y defendernos, o también nos compramos que el hombre si puede ser promiscuo y nosotras tenemos que ser puras y castas. También nos compramos la idea de que las “mujeres se guían por las emociones y los hombres por la razón” entonces tenemos que ser “muy emocionales, para ser muy mujeres” ¡Puaj! Nada más machista que eso.
Por eso, hago un llamado a todas mis congéneres a reflexionar en este tema. La sociedad no tiene derecho a decirnos con que acciones nos sentiremos más mujeres o menos mujeres.
Puede haber una mujer, que sea independiente económica y emocionalmente, que le guste el box y el futbol americano, que pueda cambiar la llanta de su auto, hablar fuerte, imponerse y que le encante tener sexo por placer, que sea racional y no emocional, y eso no la hace “menos mujer”, al contrario…
Adela Z.